martes, 9 de agosto de 2016

Repensando la evaluación 3: las pruebas escritas y orales


Las pruebas escritas u orales mantienen vigencia sobre todo cuando se identifica evaluación con acreditación. Se suele conferir a estos instrumentos un enorme crédito a la hora de definir la calificación del período o la promoción. Podríamos reflexionar si esta valoración es excesiva o no. Si  lo es, ¿por qué se le da tanto peso? Si no lo es, ¿en qué consiste su autoridad  para dar cuenta de los quehaceres áulicos? Se enfatiza su aspecto cuantitativo pero no se profundiza en las posibilidades que aporta para brindar información cualitativa de los procesos de aprendizaje y de enseñanza. Con frecuencia, las características de estas evaluaciones están totalmente disociadas de las expectativas de logro, estrategias, actividades y recursos puestos en juego en las prácticas en las aulas.

Esto nos lleva a sostener que no se puede improvisar en relación a este tipo de instrumento evaluativo. Tanto las pruebas escritas como las orales son parte de la enseñanza y del aprendizaje. Su formato, momento, características tienen  y dan significatividad a los procesos en el aula. Están en función de aportar la información necesaria para la toma de decisiones que mencionamos en entradas anteriores.
Proponemos algunas orientaciones a la hora de definir el tipo de prueba escrita:

  1. Programar con tiempo la fecha de evaluación o el momento del período en el que se la llevará a cabo, así como la modalidad de la prueba. Darlo a conocer a los alumnos. Esto facilitaría la elaboración y distribución del tiempo en sus estrategias de estudio: está relacionado con enseñar y aprender a estudiar.
  2. Definir cuáles son los contenidos centrales por incluir en la evaluación.Tengamos en cuenta que esto se refiere no solo a los conocimientos específicos del área sino también a aquellos procedimientos que hayamos enseñado ( por ejemplo, confección de cuadros comparativos, cuadros sinópticos, redes o mapas conceptuales, etc). 
  3. Considerar que no es lo mismo tener datos que comprender las relaciones entre los mismos.
  4. Proponer actividades diferentes pero similares o relacionadas con las trabajadas en el aula. Considerar la coherencia entre lo que se enseñó/ aprendió y lo que se evalúa. Si siempre usamos cuestionarios, no variaremos en el momento de evaluar. Si no enseñamos a hacer, por ejemplo, cuadro comparativo, no podremos pedirlo en el momento de evaluar.
  5. Cualquier recurso empleado en las prácticas en el aula o similar puede ser incluido en la evaluación. Las carpetas de uso  obligatorio para las clases  deberían ser parte de los insumos que los alumnos disponen para utilizar también en las pruebas escritas.
  6. Tener en cuenta que las consignas pueden abrir la posibilidad de profundizar en el análisis y la síntesis provisoria de los contenidos trabajados. La evaluación es parte del proceso de aprendizaje, no lo cierra.
  7. Prestar atención a que la información que se pida sea variada: no evaluar lo mismo varias veces.
  8. Proponer consignas claras y que habiliten a problematizar y desnaturalizar más que a dar respuestas únicas y cerradas.
  9. Explicitar en la hoja los criterios de evaluación y realizar una lectura conjunta de la prueba previa a su resolución por parte de los alumnos. Esto ayuda a restar tensión y a concentrarse en la producción por realizar. Facilita, una vez corregida, la reflexión sobre lo hecho, los logros y las dificultades, superadas o por superar. 
  10. Explicitar, en los criterios de evaluación, la importancia que se dará a la manera de organizar la información y a la adecuada expresión escrita.
  11. Una prueba larga no necesariamente da mejor información de cómo y cuánto se avanzó. A veces solo suma dificultades en la construcción de los conocimientos.
  12. Considerar el tiempo necesario para resolver la propuesta evaluativa y la generación de un ambiente distendido pero adecuado a la importancia que se da a la actividad.
  13. Dedicar un tiempo posterior para la devolución de los resultados. Esta devolución , general, debería facilitar la reflexión a partir de los criterios de evaluación y dar cuenta de las estrategias de enseñanza, de aprendizaje y de estudio puestas en juego. Es un cierre parcial para definir caminos de avance.
Las consideraciones expresadas son válidas también para las  pruebas orales. En este caso, sería apropiado que la exposición que realicen los alumnos pueda sostenerse en dispositivos que operen como ayuda-memoria. Así se busca  disminuir el temor al olvido que pudiera dificultar obtener la información que buscamos. Estos dispositivos pueden ser afiches, imágenes, objetos, recursos TICs, etc. Es necesario pautar claramente el uso de los mismos ya que no deben convertirse en un objetivo en sí mismos ni ser tan espectaculares que desvirtúen el sentido de la evaluación. Reiteramos la necesidad de explicitar los criterios de evaluación previo a la preparación de la prueba oral y antes de su concreción. También sería necesario definir una instancia de devolución .

Los formatos y modalidades de las evaluaciones escritas y orales son variados; su pertinencia se relaciona con las prácticas que se han ido desarrollando en las aulas. Lo fundamental para tener en cuenta es que no nos va la vida  en una evaluación; tan solo obtenemos información para saber dónde estamos parados, en qué condiciones, reconsiderar el camino por retomar y seguir adelante.

Como siempre, esperamos con gusto comentarios y análisis críticos de la propuesta. Pero sobre todo, nos gustaría que compartan las experiencias vividas en torno a esta problemática.

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