sábado, 2 de diciembre de 2017

Recreo sabatino: el texto literario y la comida

Y para este primer sábado de diciembre, la argentina María Teresa Andruetto y su Arroz con alcachofas:
El aceite borbotea en la sartén. Allí he echado dos alcachofas acuchilladas.
He convertido a esas flores antiguas en corazones abiertos, en carne
viva. Me he dedicado después a esperar que largaran la sangre
o el sudor, según se mire. Luego he reducido una cebolla grande y llena de
luz, a polvo, a jugo, a numen. Y otra vez he llorado. Pero tan poca cosa
no me amedrenta. Me zambullo, con el jugo y las lágrimas, en el aceite
hirviente y cuando todo se impregna, paso una lluvia de arroz de la caja a mi
mano y de mi mano a la sartén en donde bullen los zumos del dolor y de la
dicha. Ya puedo esperar que los granos se hinchen. Sé que soportarán
(igual que yo) una hinchazón tres veces superior a su tamaño. Sólo hará
falta agregar agua o caldo, un baño que les permita transitar por el infierno
de la hornalla.




(Fuente Emedemujer Costa Rica)
Y también el chileno Pablo Neruda con su Oda a la cebolla:

                                            
                                                             (Fuente Muy interesante)


Cebolla,
luminosa redoma,
pétalo a pétalo
se formó tu hermosura,
escamas de cristal te acrecentaron
y en el secreto de la tierra oscura
se redondeó tu vientre de rocío.
Bajo la tierra
fue el milagro
y cuando apareció
tu torpe tallo verde,
y nacieron
tus hojas como espadas en el huerto,
la tierra acumuló su poderío
mostrando tu desnuda transparencia,
y como en Afrodita el mar remoto
duplicó la magnolia
levantando sus senos,
la tierra
así te hizo,
cebolla,
clara como un planeta,
y destinada
a relucir,
constelación constante,
redonda rosa de agua,
sobre
la mesa
de las pobres gentes. 

Generosa
deshaces
tu globo de frescura
en la consumación
ferviente de la olla,
y el jirón de cristal
al calor encendido del aceite
se transforma en rizada pluma de oro. 

También recordaré cómo fecunda
tu influencia el amor de la ensalada,
y parece que el cielo contribuye
dándole fina forma de granizo
a celebrar tu claridad picada
sobre los hemisferios del tomate.
Pero al alcance
de las manos del pueblo,
regada con aceite,
espolvoreada
con un poco de sal,
matas el hambre
del jornalero en el duro camino.
Estrella de los pobres,
hada madrina
envuelta
en delicado
papel, sales del suelo,
eterna, intacta, pura
como semilla de astro,
y al cortarte
el cuchillo en la cocina
sube la única lágrima
sin pena.
Nos hiciste llorar sin afligirnos.
Yo cuanto existe celebré, cebolla,
pero para mí eres
más hermosa que un ave
de plumas cegadoras,
eres para mis ojos
globo celeste, copa de platino,
baile inmóvil
de anémona nevada
y vive la fragancia de la tierra
en tu naturaleza cristalina.

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