Decimos y escribimos siempre que los textos, entre otras
cosas, son para leer porque sí. La
lectura-de narrativa en general-, literaria o no, no es
utilitaria; no tiene por qué serlo como no lo es una pintura o una música o una
escultura. Sin embargo, esto no quita que pueda sernos “útil” en el sentido
menos material posible. Útil porque nos gratifica; porque nos libera; porque nos
provoca empatía; porque moviliza zonas de nuestra subjetividad que necesitan
ser, manifestarse, estar, salirse de…; porque nos acerca al conocimiento de lo
que queramos o nos interese o no.
Las historias en primera persona con respecto al contacto de
la gente con la lectura, como la de Mia Z de 18 años, siria, suelen mostrarnos
con claridad y sin didactismo de por medio, que leer textos, literarios o no,
puede ser sorprendente y recurrente a partir de descubrir que se convierte en
una protección contra el afuera, los
dolores, los conflictos porque permite/
exige aislarse y estar solo con uno y lo que el texto ofrece. Esos contactos o acercamientos pueden
generar que leer sea una especie de bálsamo para alivianar o sobrellevar
realidades, a veces, terribles desde varias y distintas perspectivas.
(Fuente infobae)
Les dejamos aquí el enlace a las palabras que mediante
infobae conocimos de Mia Z.: Los libros que ayudaron a una niña siria a soportar los horrores de la guerra.
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